El amor ¿es mental o sensorial?


El enamoramiento se nutre de impresiones sensoriales, de su reconstrucción en la mente y en el cerebro. Es decir, el enamoramiento es psicológico, deparándonos profundos sentimientos y emociones y, a la vez, es material, concreto, es decir que también se mueve en el nivel de los neurotransmisores y de las respuestas químicas del cerebro.

Un famoso sexólogo norteamericano, Alfred Kinsey, estableció que en materia sexual los hombres se estimulan visualmente preferentemente más que las mujeres, y que la manera preferente de estimulación femenina es táctil. esta afirmación fue parcialmente comprobada desde su conclusión hasta la actualidad. Hoy se acepta que si un hombre mira a una mujer e identifica en ella algunos rasgos que tienen un particular significado en su imaginación erótica, podrá llegar a enamorarse de tal forma que llegue a la pasión, que es un amor desbrdante e irracional. Aunque en grados más leves, el enamoramiento siempre tiene un monto de ilógica. En él, no solamente rige el autocrático cerebro, sino los democráticos sentidos.

En las mujeres, es el contacto físico el que primordialmente desencadena el estímulo sexo-erótico. Siempre queda por averiguar, cuál será la excitación visual femenina si las mujeres hubieran sido criadas con la libertad de percepción visual y los permisos para mirar, que tienen los varones.

Tampoco son iguales los puntos de partida entre un varón y una niña desde el comienzo de su educación familiar. A un niñito su papá lo estimula a mirar "chicas lindas" o a festejar la belleza femenina, esposa y madre incluida. A las niñas, desde pequeñas se les enseña a no mirar directamente a un hombre a los ojos, y así cuando crecen, no se verán expuestas a que su mirada se entienda como una invitación a consumar una escena sexual. Previamente, las normas transmitidas a las mujeres expresan que no es correcto excitarse sexualmente sin estar enamoradas y sin perspectivas de consolidar una pareja para el matrimonio. En tanto, a los varones se les estimula a la conquista de las novias, bajo riesgo de ser juzgado raros u homosexuales, según lo denomina la ciencia.

Lo cierto es que si las mujeres se excitan más por medio de las caricias y los varones más por medio de la vista, sabemos hoy que ello depende de cómo se desarrolló su sensibilidad desde las normas de crianza hogareña, las experiencias personales que son inicialmente sensoriales, cargadas de significados emotivos y constituyen los mapas del amor (todos ellos desarrollados desde que nace la criatura humana).

Pero, la mirada en sí, revela los sentimientos más íntimos. Los grandes actores hipócritas, conscientes del valor de la mirada, pueden aprender a simular o a mostrar a su través, lo que deseen transmitir a los demás para producir el efecto buscado. Los grandes enamorados reflejan en las pupilas el fuego de su pasión.

Ahora bien, a la vista, hay que sumarle el tacto, el olfato, la audición y el gusto. Cuando las personas se enamoran, el cerebro segrega neurotransmisiones que son hormonas que vigorizan y transforman su conducta. Así uno vé absolutamente bello y deseable a quien ama, deseando cmpartir con esa persona todos los momentos de la vida. Esa sensación permanece hasta que los cambios fisiológicos atenúan la inquietud inherente a todo enamoramiento. Con suerte, el sentimiento apasionado se transforma en amor.

Los sentidos funcionan como en un diálogo fructífero, dándose lugar unos a otros, para tener su momento de gloria en la ceremonia del amor. En el coito, el tacto predomina sobre la vista. Muchas mujeres y hombres hacen el amor con los ojos cerrados pero acarician o sujetan el cuerpo del ser que aman. La mujer mirada se complace en agradar a su pareja y puede regular la penetración a la vez que la detiene con las manos si se torna brusca o dolorosa. Los aromas que emanan del cuerpo de cada miembro de la pareja que goza al unísono, los une más intensamente. Los gemidos y sonidos del amor, incrementan el placer sexual. Puera democracia sensorial.

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